De las terapias de conversión a las terapias de afirmación en varones homosexuales
Sólo muy recientemente, en 1992 la OMS (Organización Mundial de la Salud) ha eliminado a la homosexualidad de su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) reconociendo que no es objeto de definición médica o patológica.
Paralelamente la psicología ha migrado desde las terapias de conversión, las que a principios del siglo pasado se abocaron al infructuoso intento de convertir a los homosexuales en heterosexuales, a las terapias de afirmación de la orientación sexual.
Hoy en día la clínica de la homosexualidad masculina se centra principalmente en combatir los efectos de la homofobia social causados durante la infancia y la adolescencia, época en la cual se forma nuestra personalidad y el modo en que nos vemos a nosotros mismos.
Una paciente, mujer de 70 años, me relató en sesión los efectos que tuvo en su autopercepción el haber sido zurda contrariada.Tanto su familia como la escuela la obligaron a usar la mano derecha y calificaron su zurdera de discapacidad. Esta característica, tan relacionada con el aprendizaje y la escuela, quedó para ella, asociada a la sensación de no ser capaz, lo que afectó en forma indeleble su autoestima.
Que la sociedad rechace una característica nuestra, aunque sea nimia y la califique como disvalor es algo devastador.
Si pasamos de la zurdera a la homosexualidad, condición que abarca gran parte de nuestra identidad, podemos imaginarnos el efecto que este rechazo tiene en un niño que recién se está formando.
En la mayoría de los casos, paralelamente al reconocimiento de su atracción por personas del mismo sexo o quizás antes, el niño percibe el rechazo de esta característica por parte de su familia, de sus compañeros y en general de toda la sociedad.
Las convicciones sociales llegan con una autoridad inapelable para un niño que solo quiere ser querido y aceptado.
Si bien nuestra cultura ha ido avanzando en la aceptación de la homosexualidad, cualquier gay que tenga 30 años o más ha pasado por esta terrible situación y ha ocultado durante más o menos tiempo su orientación, por temor a decepcionar a sus padres y al rechazo de sus compañeros, también muy probablemente ha introyectado esa homofobia en la mirada que tiene de sí mismo.
Por todo esto, el primer impulso de un niño que percibe su atracción hacia personas de su mismo género es negarlo, el segundo ocultarlo.
Y digo niño porque como terapeuta de niños y adolescentes (rol que desempeñé en los primeros años de mi trabajo profesional) he comprobado que la orientación sexual, ya sea homosexual o heterosexual surge muy tempranamente en la infancia y es, en una abrumadora mayoría de los casos, inmodificable a lo largo de toda la vida. Lo cual por otro lado hace irrelevante la discusión que aún permanece en algunos círculos científicos acerca de si la homosexualidad es innata o adquirida, porque lo importante aquí es saber que la elección sexual es cualquier cosa menos una elección. (2)
La homofobia no es sino un caso particular de machismo, lo que se rechaza en la homofobia no es tanto la relación entre dos varones como el hecho de que un varón opte por un rol sexual que por su semejanza con el rol femenino, supondría una degradación de lo masculino. Su víctima principal es el amanerado – el que en la jerga se conoce como gay con plumas – y se lo denigra porque se asemeja a una mujer. Asimismo el rol sexual más denostado es el pasivo.
De hecho en la representación simbólica de nuestra sociedad el rol homosexual activo es visto en algunas oportunidades con connotaciones positivas. En distintos momentos de la historia occidental los vencedores solían someter a los prisioneros al coito anal como una forma de humillación, mostrando paradojicamente, en un mismo acto homosexual, algo valorado y algo degradado.
El triángulo rosa, distintivo adoptado por los homosexuales como símbolo de su identidad, proviene de la etiqueta con la que los nazis los marcaban en los campos de concentración. En esos campos de exterminio, los gays conformaban la clase más baja y eran los que recibían los peores tratos. Como cualquiera puede imaginarse, ser el que peor la pasa en un campo de concentración nazi es el non plus ultra del sufrimiento y la degradación humana.
Cierto es que nuestra sociedad ha avanzado mucho, como lo demuestran las sanciones de las leyes del matrimonio igualitario en distintos países y la posibilidad de adopción por parte de parejas gays, pero las transformaciones culturales tardan en arraigarse y todos sabemos que aún subsisten las posturas más retrógradas junto a las más progresistas.
Lo que solemos encontrar en la clínica con pacientes gays es muchas veces una homofobia interiorizada, fenómeno parecido al machismo en las mujeres, ya que todos los colectivos minoritarios diferentes al heteronormativo han sido educados con valores que los condenan a la inferioridad y a la desvalorización.
La homofobia interiorizada es la introyección en un gay de la violencia simbólica contra los homosexuales y la aversión hacia los propios sentimientos y comportamientos homosexuales. También el rechazo y la actitud hostil hacia otros gays (3) y la denigración de la propia homosexualidad como estilo de vida aceptable.
El estigma, el bullying homofóbico y el rechazo de la sociedad generan en los homosexuales problemas de autoestima, ansiedad y depresión. También suelen desarrollar una actitud hipercrítica a toda su persona como una asunción de la condena a la que se vieron sometidos tan tempranamente.
En lugar de centrarse en la orientación sexual en sí misma, el enfoque terapéutico se ha desplazado hacia la comprensión de cómo las personas LGBT+ pueden enfrentar desafíos específicos relacionados con la aceptación social y la identidad de género.Lo que se busca es contrarrestar el estigma, la discriminación y los prejuicios que a menudo enfrentan las personas LGBT+ en la sociedad.
Decir que la homosexualidad no tiene que ver principalmente con la sexualidad parece una paradoja, pero sirve de punto de partida para aclarar una confusión muy generalizada, uno es heterosexual u homosexual no por con quién tiene sexo sino por de quién se enamora. La orientación sexual es un concepto diferente al de práctica sexual. Por ejemplo, los presos en las cárceles suelen tener prácticas homosexuales y no por eso son homosexuales, ni lo eran en su vida cotidiana, ni lo serán después de salir de la cárcel.(4)
Como afirma el Lic. Gabriel J. Martín en su libro “quiérete mucho maricón” uno no es gay por con quien se acuesta sino por con quién quiere levantarse por la mañana.
Es sobre todo en los varones gays donde se concentra la mayor discriminación y homofobia y para muchos adolescentes, antes de salir del armario, las opciones para iniciar su vida sexual son diferentes formas de sexo exprés, acompañadas de secreto y culpa.
Los chats eróticos reemplazaron hace un tiempo al cruising (5), pero siguieron ofreciendo a los jóvenes una primera experiencia sexual desafectivizada, que los cruzaba con otros jóvenes con su misma confusión y también muchas veces con hombres mayores que ellos, algunos casados, que nunca salieron de sus propios armarios y que les hacían proyectar para sí mismos un futuro sórdido y oscuro.(6)
En esos primeros momentos el adolescente siente que tiene dos caminos igualmente insatisfactorios; o seguir en el armario y vivir su sexualidad en forma clandestina como una doble vida o sufrir la discriminación y el rechazo.
Por el contrario, la salida del armario fortifica y mejora las chances de alcanzar la felicidad y una vida plena. No hay un solo armario sino muchos, están; la familia, los amigos, el colegio o el trabajo y la sociedad y la salida de ellos no tiene porqué ser simultánea.
La familia tiene su propio armario y muchas veces, el joven que ya salió del closet tiene que ayudar a su familia a salir del suyo. Los padres por ejemplo tendrán que decidir si lo cuentan o no en su trabajo, si deciden oficializarlo en la familia extensa y elegir entre resistir o apoyar que su hijo venga con su novio a las fiestas familiares. Una madre que se había mostrado muy empática con su hijo a la hora de aceptar su orientación sexual le sugirió que no se lo diga a la abuela porque pensaba que la “pobre” no lo iba a poder resistir.
Salir del armario es para todo gay un rito de paso, cambia su estatus social y lo convierte de un ciudadano de segunda en alguien que acepta su homosexualidad y la lleva dignamente. Desarmarizarse le permite ser más honesto y por ejemplo contar en la oficina lo que hizo el fin de semana sin tener que cambiar el género de su pareja u omitir el nombre del boliche gay.
Muchos tienen que emigrar de su pueblo, más conservador y homofóbico a una ciudad, generalmente más progresista, con más lugares de encuentro y donde son favorecidos por el anonimato.
Como terapeuta agradezco haber podido acompañar a adolescentes, jóvenes y adultos gay a salir del armario y a cuestionar su homofobia internalizada ya que me permitió participar en una experiencia sumamente enriquecedora, donde la terapia muestra todo su potencial curativo.
Si comparamos esta breve descripción, con el inicio sexual y amoroso de un adolescente heterosexual promedio, podemos visualizar claramente las diferencias y sopesar las consecuencias que esto tiene sobre la formación de la personalidad en uno y otro caso.
Lic Ernesto Lascano
(1)Hace ya algún tiempo en una sesión de terapia de grupo, un paciente homosexual nos decía “yo no soy gay yo soy puto”, apropiándose del mote con el que la sociedad lo condenaba.
Es una práctica común de los grupos discriminados adueñarse de los insultos y convertirlos en bandera, pero su uso sólo es aceptado entre los miembros del grupo.
En inglés “nigger” es un término peyorativo racista dirigido a la gente de piel negra, especialmente hacia los afroamericanos, y si bien el uso de la palabra no es permitido a los blancos es un apelativo cotidiano entre los estadounidenses negros.
(2)en el sentido de algo deliberado o voluntario.
(3) Como por ejemplo, que homosexuales de aspecto más viril condenen a los gays con plumas, acusándolos de propagar una imagen equivocada del mundo gay.
(4) También es cierto que existen personas con orientación bisexual, pero ellas no son objeto del presente artículo.
(5)La palabra inglesa ‘cruising’ hace referencia a buscar sexo en lugares públicos, como playas, parques o baños públicos.
El ambiente homosexual que hoy conocemos, tan sexualizado -y que ha servido para estigmatizar a los gays como promiscuos- es heredero de estos lugares sexuales a los que hasta hace muy poco el gay estaba condenado si quería encontrarse con otros homosexuales. Vista así la promiscuidad gay no sería el producto de la “perversión” homosexual sino un resultado más de la discriminación.
(6) Las apps de encuentros para gays, similares a las de los heterosexuales, han venido a mejorar sensiblemente las oportunidades de un comienzo sexual menos traumático.