“Había una vez…” se escucha en off en la primera escena de Barbie, (evocando al mismo tiempo el tradicional comienzo de los cuentos de hadas y el inicio de 2001, odisea del espacio) … un montón de niñas que jugaban con bebotes, cocinitas y planchitas, ensayando lo que sería su destino obligado; la maternidad, hasta que llegó Barbie, una mujer adulta, independiente, que podía ser empresaria, deportista, ejecutiva, modelo, presidenta y todo lo que quisiera ser.
La película, que en tanto comedia se propone una crítica light y a través del humor al patriarcado, logra en cuanto al mandato a la maternidad su modesto objetivo.
El film también mantiene una respetable distancia con respecto al amor romántico; Barbie no depende de Ken, sino Ken de Barbie alejándose del otro mandato histórico que pesa sobre las mujeres, que no sólo deben ser madres sino esposas-madres.y realizarse no solo en el cuidado de sus hijos sino en el de sus esposos, primera y última razón de sus vidas.
Como terapeutas hemos aprendido a escuchar lo que se dice pero sobre todo lo que no se dice.
El film mantiene un casi absoluto silencio sobre un tercer mandato que pesa sobre el género femenino; el estético. Barbie puede ser independiente, de los hombres y hasta de sus hijos, pero no deja de ser rubia, delgada y en puntas de pies.
Sólo una niña, la única niña de toda la película (una púber en realidad), -como en el cuento del rey desnudo- denuncia a Barbie ya no como liberadora sino como opresora y baluarte de este tercer mandato, acusandola de haber llevado a varias generaciones de niñas a identificarse con un modelo imposible de alcanzar.
El mismo es representado por unos pies que aún descalzos conservan la postura que adoptaron por el uso de tacos y por el horror de las plantas de los pies tocando el suelo.
Solemos horrorizarnos de la práctica china que reduce el tamaño de los pies de las mujeres atrofiándolas de por vida e impidiendoles el normal desplazamiento sin ver que nuestra cultura ha hecho lo mismo con toda una generación de mujeres.
Mirta Legrand contaba en una entrevista que sus pantuflas, las que usa para salir de la cama, tienen también tacos ya que sus pies acostumbrados por años a este adminículo ya no pueden apoyarse en el suelo sin provocarle un intenso dolor.
Preocupa que el “olvido” del mandato estético del film no sea sólo una omisión intencionada de quienes en realidad nos están vendiendo su producto, sino además el reflejo de donde estamos como sociedad.
Sin creer que la mujer se haya liberado totalmente de sus mandatos de ser madre y esposa y sin pensar que tiene igual acceso que los varones en el mundo laboral es cierto que los cuestionamientos en estas áreas están más presentes en nuestra conciencia colectiva.
Una mujer puede ser ejecutiva de una gran empresa pero se presentará cotidianamente a su trabajo con sus elegantes tacones, puede ser profesional pero deberá teñirse las canas, puede trabajar en cine teatro o tv pero deberá ser flaca (hay convenientemente en la película una Barbie gorda que cumple la misma función que para los racistas el tener un amigo judio)
Las feministas han detectado desde hace ya mucho tiempo el flagelo que implican estas prácticas, no sólo por la tortura cotidiana de depilaciones, tacos, tinturas y dietas, sino al decir de Simone de Beauvoir por la degradación que supone ser para otro.
En nuestro consultorio los terapeutas nos encontramos con el producto final de esta dominación, traducido en depresión, baja autoestima, trastornos de ansiedad, anorexia, bulimia y dificultad para autorizarse como sujetos, con el agravante de que opresor y oprimido coinciden muchas veces en la persona que nos habla.
Lic. Ernesto Lascano